En un mundo donde la comodidad está al alcance de un botón, aprender a tolerar el malestar y la incomodidad puede ser la clave para una vida más plena y resiliente. Vincular el bienestar a la comodidad es un error que puede costarnos caro.

Vivimos en una era dominada por la hiperconveniencia. Todo está diseñado para minimizar el esfuerzo y maximizar la comodidad: las compras se hacen con un clic, la comida llega a la puerta en minutos y los algoritmos nos ofrecen contenido a la medida de nuestras preferencias (véase La trampa de la hiperconveniencia o por qué nos hemos vuelto adictos al todo-ya-para mí: «Estamos atrofiando la parte del cerebro que sirve para tomar decisiones» | Historias)

Sin embargo, esta cultura de la inmediatez y la facilidad tiene costes ocultos: la reducción de nuestra capacidad para tolerar la incomodidad y la merma de la capacidad para tomar decisiones que requieren un pensamiento más lento (Daniel Kahneman)

Neurocientíficos y psicólogos han advertido que la aversión al malestar puede llevar a una mayor vulnerabilidad ante el estrés, la ansiedad y la frustración. Estudios como los realizados por Kelly McGonigal, psicóloga de la Universidad de Stanford, muestran que evitar la incomodidad reduce la capacidad de adaptación del cerebro, debilitando la resiliencia y fomentando una mentalidad de evitación. Para contrarrestar este efecto, es necesario «entrenar la incomodidad», es decir, exponernos de manera gradual y controlada a situaciones desafiantes para fortalecer nuestra capacidad de afrontamiento.

¿Por qué la incomodidad es crucial para el cerebro?

El cerebro humano está diseñado para la adaptación. La neuroplasticidad, el proceso mediante el cual el cerebro cambia y se reorganiza en respuesta a la experiencia, se activa principalmente en condiciones de esfuerzo y desafío. La exposición regular a la incomodidad genera cambios positivos en los circuitos neuronales relacionados con la toma de decisiones, la regulación emocional y la motivación.

Por ejemplo, investigaciones han demostrado que el estrés controlado y gestionado adecuadamente puede fortalecer el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS), mejorando la capacidad del cuerpo y la mente para responder a situaciones adversas.

Un estudio publicado en Nature Neuroscience en 2012 demostró que los individuos expuestos a niveles moderados de estrés desarrollaban mayor resistencia emocional y cognitiva en comparación con aquellos que evitaban sistemáticamente cualquier desafío.

Esto no es algo nuevo, los estoicos ya hablaban de este entrenamiento de la incomodidad. Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, sostenían que la vida está llena de dificultades inevitables, pero que nuestra actitud frente a ellas define nuestro bienestar. Para ellos, la clave no es evitar el sufrimiento, sino transformar las dificultades en oportunidades de crecimiento, cultivando la fortaleza interior y la autodisciplina.

En este sentido, la resiliencia moderna se nutre de principios estoicos al promover la aceptación de la realidad, la autodeterminación y el control de las emociones. Así, tanto el estoicismo como la resiliencia nos invitan a enfrentar los desafíos con una mentalidad de aprendizaje, desarrollando una actitud proactiva que nos permita salir fortalecidos de la adversidad en lugar de sucumbir ante ella.

La hiperconveniencia y sus efectos en la mente

La hiperconveniencia ha reducido drásticamente la necesidad de esfuerzo en la vida cotidiana. Aplicaciones de entrega de comida, inteligencia artificial que resuelve problemas al instante y entretenimiento ilimitado han creado un entorno donde la frustración y la espera se consideran problemas en lugar de experiencias normales. Esto ha llevado a una disminución en la tolerancia a la frustración, como lo demuestra la investigación de Jean Twenge, psicóloga de la Universidad Estatal de San Diego, quien ha señalado que las generaciones más jóvenes presentan niveles más altos de ansiedad y depresión en parte debido a la falta de exposición a desafíos reales.

Cuando la mente no está acostumbrada a la incomodidad, cualquier obstáculo se percibe como un problema insuperable en lugar de una oportunidad de crecimiento. Por ello, desarrollar una relación saludable con el malestar es fundamental para fortalecer la resiliencia y mejorar la salud mental.

¿Cómo entrenar la incomodidad?

Adoptar hábitos que fomenten la exposición controlada a la incomodidad puede generar cambios positivos en la estructura y función del cerebro. Aquí algunas estrategias basadas en la evidencia científica:

  1. Práctica de la incomodidad voluntaria: ¿Esto es una broma? No. Exponerse deliberadamente a situaciones incómodas fortalece la capacidad de afrontamiento. El psicólogo Ethan Kross, de la Universidad de Michigan, ha estudiado el impacto del autocontrol y sugiere técnicas como tomar duchas frías, caminar en condiciones adversas o posponer gratificaciones inmediatas para entrenar la resiliencia.
  2. Prepárate y fórmate: Formarse en nuevos comportamientos, competencias y habilidades aumenta tu resiliencia y tolerancia a la frustración.
  3. Ejercicio físico y tolerancia al esfuerzo: La actividad física es una de las formas más efectivas de entrenar la incomodidad. El ejercicio mejora la regulación del estrés y aumenta la producción de dopamina, lo que fortalece la capacidad del cerebro para lidiar con el esfuerzo.
  4. Mindfulness y regulación emocional: La meditación y la atención plena han demostrado ser efectivas para mejorar la tolerancia a la incomodidad. La meditación fortalece la corteza prefrontal y mejora la regulación de emociones difíciles.
  5. Desafíos cognitivos: Resolver problemas complejos, aprender un nuevo idioma o tocar un instrumento musical requiere esfuerzo mental y tolerancia a la frustración. El desafío constante fortalece la neuroplasticidad y la motivación intrínseca. Tal como demuestra Carol Dweck, autora de la ya muy conocida teoría de la mentalidad de crecimiento (Growth Mindset)
  6. Regulación del uso de la tecnología: Reducir el uso de dispositivos electrónicos y exponerse a períodos de aburrimiento puede aumentar la creatividad y la capacidad de tolerar la falta de estimulación inmediata. Aunque esto último parezca contraintuitivo es un entrenamiento necesario.

Conclusiones.

Entrenar la incomodidad es una estrategia esencial para fortalecer la resiliencia y mejorar el bienestar mental en la era de la hiperconveniencia. La neurociencia ha demostrado que la exposición controlada a desafíos fortalece el cerebro, aumenta la tolerancia a la frustración y reduce los niveles de estrés y ansiedad. Implementar hábitos como la práctica de la incomodidad voluntaria, el ejercicio físico, la regulación emocional y la restricción del uso de la tecnología puede ser clave para desarrollar una mente más fuerte y adaptable.

Lejos de ser algo negativo, la incomodidad es una herramienta poderosa para el crecimiento personal. Como lo planteó Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido, el sufrimiento que enfrentamos con propósito nos fortalece.

Equipo GALARIS DESARROLLO.